Los delegados, elegidos a dedo por la burocracia, pretendían levantar la medida de fuerza sobre la base de un supuesto arreglo con la patronal, pero “no decían qué porcentaje y si nos garantizaban las condiciones para trabajar seguros, simplemente repetían que la empresa no iba a negociar bajo presión” (nos dijo un trabajador).
En un primer momento prevalecieron los intentos de “persuadir” a los trabajadores, incluso con amenazas, para que vuelvan a sus puestos de trabajo. Oscar Destéfano (secretario de finanzas del gremio, que oficia como vocero de la patronal), planteó que no iban a tener el respaldo del sindicato y que iban a decretar la ilegalidad del paro.
La respuesta fue un repudio generalizado y se decidió continuar con la medida. “Advertimos que se trataba de una entrega. Arreglan a espalda nuestras sin consultar en asamblea, reciben la cometa y nosotros volvemos a trabajar con las manos vacías”, protestaron los compañeros.
Al día siguiente en la entrada de la planta, estaban apostados 50 matones, ajenos a la obra, armando dos filas (un túnel) esperando el ingreso de los trabajadores. A cinco de los voceros del activismo les propinaron una paliza para “aleccionarlos”.
La Uocra logró levantar el paro apoyada en ese lumpenaje que con “falopa y fierros” está dispuesto a todo tipo de agresiones. La complicidad de la empresa fue crucial ya que dejó pasar a la patota para “restaurar el orden”.
La violencia que se vive en la estructura nacional de la Uocra con el agente de la dictadura Gerardo Martínez a la cabeza, tiene sus ejecutores locales.
La descomposición imparable de la burocracia de la Uocra y sus esbirros va generando el antídoto para detenerla. En los lugares más avanzados -Sitraic es uno de ellos pero no el único-, se les está respondiendo con organización y lucha, enfrentando a las patotas. En este cuadro hay que trabajar en Bahía por el Congreso que convoca el Sitraic por un nuevo sindicato nacional de los trabajadores de la construcción.